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Volumen 3: Tierra En un bosque

Observando la complejidad del terreno.

Narración de
  • Devika Bakshi

Caminar por un bosque templado puede ser una experiencia mágica porque embarga todos tus sentidos. El aire que respiramos es húmedo y fresco gracias a los árboles, arbustos, helechos y la cubierta vegetal que absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno y vapor de agua. Si miramos hacia arriba, observamos cómo los árboles en el piso superior comparten el cielo, acomodando sus ramas y hojas en relación con sus vecinos, un comportamiento llamado «timidez de la corona».

Mira a tu alrededor y ve la vida en diferentes niveles en el sotobosque. Los árboles de madera dura más jóvenes crecen lentamente, engrosando sus troncos de modo que, cuando se abre un espacio arriba, pueden trepar rápidamente para reclamar un lugar al sol. Alisos, álamos, abedules y sauces, de maderas más suaves y crecimientos más rápido, brotan al final del invierno, impertérritos incluso en un bosque ya poblado. A veces, a estos árboles se les llama oportunistas o pioneros porque, después de que un bosque es destruido por un incendio, una inundación, un deslizamiento de tierra o la tala, son los primeros en llenar el vacío que queda.

Debajo de la copa y sobre el suelo están las especies más difíciles de ver, que viven dentro y sobre los árboles. Es posible que los escuches cantar o correr y, si sigues pacientemente tus sentidos, verás pájaros o ardillas y sus nidos. Pero hay multitud de especies casi imposibles de espiar. En bosques viejos y frondosos, ecosistemas enteros crecen en suelo sostenido por ramas.

Los arbustos del sotobosque brotan rápidamente al final del invierno, absorbiendo la luz primaveral del sol antes de que los grandes árboles hayan llenado el suelo arbóreo. Durante el verano, los arbustos convierten sus azúcares en bayas ricas en nutrientes que contienen semillas duras. Animales de todo tipo se sienten atraídos por estas exquisiteces coloridas y deliciosas; es posible observar huellas de pezuñas o patas cerca de los arbustos frutales. Los animales metabolizan los nutrientes de la piel y la pulpa de las bayas, pero las semillas atraviesan intactas sus tractos digestivos. Los excrementos de animales actúan como paquetes de fertilizante para las semillas que contienen. Patas, cascos y pezuñas empujan algunas semillas al suelo, ayudando a la descendencia de los arbustos a echar raíces en nuevos lugares.

Estas sutiles complejidades pueden ser difíciles de detectar, pero los árboles caídos se perciben con mayor facilidad. Si miramos debajo o dentro de un árbol caído; encontraremos una abundante diversidad de vida en miniatura. A lo largo de los años, los árboles se descomponen proporcionando un hogar, refugio o plataforma para animales, hongos, líquenes y musgo. A medida que el árbol se desintegra, sus fibras contribuyen a crear un suelo suave, esponjoso y aireado que retiene la humedad y ofrece el espacio perfecto para que las semillas germinen y echen raíces.

Las formas de vida que se encuentran bajo tierra son demasiado pequeñas para que el ojo las detecte y demasiado numerosas para que nuestras mentes las comprendan. Si tomamos una cucharadita de tierra, habremos extraído casi mil millones de organismos microscópicos de su hogar. La superficie del suelo del bosque y la capa superior de la tierra suelo están repletas de ajetreados organismos que crean vida nueva a partir de hojas caídas, cortezas, excrementos de animales y cadáveres.

Puedes sentir fuerzas más profundas e intensamente interconectadas trabajando a tu alrededor, especialmente en un bosque viejo. En la oscuridad, bajo la capa superior del suelo, hay sistemas cuya complejidad e importancia apenas está empezando a comprender nuestra comunidad científica. Hay criaturas excavando túneles y agujeros en busca de alimentos o refugio, como gusanos, bichos, bulbos ricos en nutrientes e incluso raíces, lo cual airea aún más el suelo y proporciona espacio para más tipos de vida.

Los agujeros y túneles están atravesados por las raíces de los árboles y las redes de pequeños hongos en forma de tubo que transportan agua, azúcares, minerales y otros nutrientes entre los árboles. A través de la red de hongos, los árboles son incluso capaces de alertar a su comunidad sobre amenazas incipientes, aumentando las posibilidades de que el bosque sobreviva.

Durante miles de años de estabilidad climática, los animales, plantas, insectos y organismos del bosque se adaptaron a esta ubicación específica y aprendieron a prosperar dentro del calendario de las estaciones del bosque, con sus temperaturas máximas y mínimas, sus lluvias y nevadas, la profundidad y duración de las heladas invernales, la intensidad y frecuencia de las lluvias de verano y también como parte de un ecosistema con el resto de especies que allí viven, de relaciones simbióticas a rivales y depredadores, pasando por presas de los parásitos.

Algunos seres vivos viajaron allí por tierra o por aire, o incluso en el estómago de otros animales, a lo que resultó ser un hogar ideal. Otros evolucionaron a través de la mutación, en la cual cada generación experimentaba para descubrir rasgos más adecuados para esa ubicación específica. La larga estabilidad del clima del Holoceno permitía una complejidad maravillosa.

Los humanos son relativamente nuevos en la Tierra. Casi todas las especies de este bosque, y de todos los demás ecosistemas, han vivido en la Tierra más tiempo que nosotros. Ciertas especies antiguas de plantas, árboles y otros organismos han sobrevivido a los cambios climáticos en la Tierra durante cientos de millones de años. ¿Sobrevivirán en el futuro? La respuesta depende de la velocidad del cambio climático y de si podemos ayudar a otras especies a adaptarse.

La naturaleza necesita espacio y tiempo para adaptarse y evolucionar.

Durante miles de años, el polen y las semillas que viajaban con éxito a nuevas ubicaciones permitieron que incluso las plantas más resistentes migraran, a veces a grandes distancias. Ahora, es muy probable que ese polen y esas semillas lleguen a tierras controladas por humanos, que clasificarían cualquier planta desconocida como maleza. Los animales y los insectos pueden tratar de encontrar nuevas áreas donde vivir cuando sus hogares se vuelven inadecuados, pero los enormes campos de monocultivo no pueden sustentar la biodiversidad que los espacios silvestres solían albergar.

Cuanto más rápido cambiemos el clima, menos diversas y abundantes serán las formas de vida del mundo.

Los biomas ricos en carbono y las especies que prosperan en ellos tardan en desarrollarse. Las formas de vida pequeñas de vidas más cortas, como las bacterias y los insectos, son más adaptables, en parte porque producen cientos o miles de generaciones de descendientes antes de que las especies más grandes alcancen a reproducirse por primera vez. Por el contrario, las especies de crecimiento lento, como los árboles y los animales grandes, tendrán más dificultades para sobrevivir.

En la actualidad, la atmósfera se está calentando más rápido que en cualquier otro momento en al menos decenas de millones de años, demasiado como para que muchas especies puedan adaptarse o cambiar el lugar donde viven. Si podemos reducir drásticamente el calentamiento, aumentaremos las posibilidades de que la mayoría de las plantas y los animales con que vivimos, y de los que dependemos, se adapten con nosotros.