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Parte 2: Agua

Riesgo

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Comprender cómo funciona el mundo físico es uno de los mayores logros de la humanidad. ¿Cómo podemos aplicar este conocimiento para abordar el problema del cambio climático?

Narración de
  • Devika Bakshi

Si bien es posible que no nos demos cuenta, cada uno de nosotros evalúa los riesgos de tomar cada decisión, desde aquellas pequeñas y transitorias, que es poco probable que importen al día siguiente, hasta las más grandes y duraderas, que pueden afectar a otras personas, comunidades, instituciones, animales, plantas... y sistemas completos en el futuro.

El riesgo proviene de la incertidumbre sobre las consecuencias de una decisión y cómo esas consecuencias podrían afectar algo que valoramos, como nuestra salud, bienestar, riqueza, propiedad o incluso el medio ambiente. Puesto que cada decisión que tomamos implica una preferencia y al menos cierta incertidumbre, también conlleva cierto grado de riesgo.

Distribuciones, rangos y expectativas

Decir que el futuro es incierto es muy diferente a decir que es un completo misterio. En la mayoría de los casos, tenemos expectativas sobre las consecuencias de una acción. Es más, estamos tan seguros de lo que sucederá con algunos fenómenos que el margen de resultados esperados es estrecho. Para otros, puede haber un conjunto de resultados potenciales, cada uno de los cuales tiene una probabilidad bien definida, e incluso puede haber otros para los cuales podemos tener dificultades a la hora de conocer el rango de posibles resultados, y ya ni mencionemos sus probabilidades. Podemos describir la incertidumbre sobre los resultados con distribuciones.

Un fenómeno para el que tenemos una experiencia y un conocimiento limitados presenta una distribución desconocida. Cuando nos enfrentamos a lo desconocido, tendemos a actuar de manera cautelosa y prestamos mucha atención a lo que sucede con la esperanza de identificar patrones que se repitan. Cuando somos bebés, sentimos una gran curiosidad por descubrir qué sucederá cuando abramos una puerta, volteemos un tazón de sopa o saltemos sobre un charco.

Gradualmente, nuestra experiencia con un fenómeno informa nuestras expectativas. Por ejemplo, las puertas, los tazones y los charcos responden a nuestras acciones de una manera constante y cada vez más familiar, y empezamos a reconocer que siguen una distribución estable o estacionaria. Un fenómeno con una distribución estable o estacionaria presenta un comportamiento constante a lo largo del tiempo.

En una distribución cambiante, la experiencia pasada es valiosa porque el futuro probablemente tendrá algunas de las propiedades del pasado, pero los rangos y las probabilidades cambiarán gradualmente. Todos y cada uno de nosotros experimentamos cambios en nuestros cuerpos a medida que envejecemos. Hay un pequeño número de valores atípicos y excepciones, pero la mayoría de las personas pasa por transiciones similares. Primero, crecemos rápidamente; luego, maduramos de otras maneras; y finalmente hay un período en el que nuestros cuerpos tienden a comportarse de manera coherente antes de que gradualmente pierdan resiliencia y vitalidad.

Sin embargo, los fenómenos más desafiantes no revelan un patrón consistente. En una distribución inestable, la experiencia no ayuda a anticipar el futuro, sino que aprendemos con el tiempo que no podemos saber lo que sucederá. Las distribuciones inestables suelen ser el resultado de la complejidad, ya que es probable que las alteraciones en una parte de un sistema conectado provoquen una miríada de impactos indirectos. Por ejemplo, a fines del siglo XIX y principios del XX, los agricultores y guardabosques creían que el bosque sería más saludable y seguro si se exterminaba a los lobos del parque de Yellowstone. Se produjo una amplia gama de resultados. Al carecer de depredadores, la población de alces se multiplicó y comieron más y más árboles jóvenes. Sin esos árboles, las riberas de los ríos se erosionaron y los castores no pudieron construir nuevas presas. Sin diques de castores ni sombras de los árboles, los ríos se calentaron y los peces de agua fría disminuyeron.

Si bien es posible que no nos demos cuenta, cada uno de nosotros evalúa los riesgos de tomar cada decisión, desde aquellas pequeñas y transitorias, que es poco probable que importen al día siguiente, hasta las más grandes y duraderas, que pueden afectar a otras personas, comunidades, instituciones, animales, plantas... y sistemas completos en el futuro.

El riesgo proviene de la incertidumbre sobre las consecuencias de una decisión y cómo esas consecuencias podrían afectar algo que valoramos, como nuestra salud, bienestar, riqueza, propiedad o incluso el medio ambiente. Puesto que cada decisión que tomamos implica una preferencia y al menos cierta incertidumbre, también conlleva cierto grado de riesgo.

Distribuciones, rangos y expectativas

Decir que el futuro es incierto es muy diferente a decir que es un completo misterio. En la mayoría de los casos, tenemos expectativas sobre las consecuencias de una acción. Es más, estamos tan seguros de lo que sucederá con algunos fenómenos que el margen de resultados esperados es estrecho. Para otros, puede haber un conjunto de resultados potenciales, cada uno de los cuales tiene una probabilidad bien definida, e incluso puede haber otros para los cuales podemos tener dificultades a la hora de conocer el rango de posibles resultados, y ya ni mencionemos sus probabilidades. Podemos describir la incertidumbre sobre los resultados con distribuciones.

Un fenómeno para el que tenemos una experiencia y un conocimiento limitados presenta una distribución desconocida. Cuando nos enfrentamos a lo desconocido, tendemos a actuar de manera cautelosa y prestamos mucha atención a lo que sucede con la esperanza de identificar patrones que se repitan. Cuando somos bebés, sentimos una gran curiosidad por descubrir qué sucederá cuando abramos una puerta, volteemos un tazón de sopa o saltemos sobre un charco.

Gradualmente, nuestra experiencia con un fenómeno informa nuestras expectativas. Por ejemplo, las puertas, los tazones y los charcos responden a nuestras acciones de una manera constante y cada vez más familiar, y empezamos a reconocer que siguen una distribución estable o estacionaria. Un fenómeno con una distribución estable o estacionaria presenta un comportamiento constante a lo largo del tiempo.

En una distribución cambiante, la experiencia pasada es valiosa porque el futuro probablemente tendrá algunas de las propiedades del pasado, pero los rangos y las probabilidades cambiarán gradualmente. Todos y cada uno de nosotros experimentamos cambios en nuestros cuerpos a medida que envejecemos. Hay un pequeño número de valores atípicos y excepciones, pero la mayoría de las personas pasa por transiciones similares. Primero, crecemos rápidamente; luego, maduramos de otras maneras; y finalmente hay un período en el que nuestros cuerpos tienden a comportarse de manera coherente antes de que gradualmente pierdan resiliencia y vitalidad.

Sin embargo, los fenómenos más desafiantes no revelan un patrón consistente. En una distribución inestable, la experiencia no ayuda a anticipar el futuro, sino que aprendemos con el tiempo que no podemos saber lo que sucederá. Las distribuciones inestables suelen ser el resultado de la complejidad, ya que es probable que las alteraciones en una parte de un sistema conectado provoquen una miríada de impactos indirectos. Por ejemplo, a fines del siglo XIX y principios del XX, los agricultores y guardabosques creían que el bosque sería más saludable y seguro si se exterminaba a los lobos del parque de Yellowstone. Se produjo una amplia gama de resultados. Al carecer de depredadores, la población de alces se multiplicó y comieron más y más árboles jóvenes. Sin esos árboles, las riberas de los ríos se erosionaron y los castores no pudieron construir nuevas presas. Sin diques de castores ni sombras de los árboles, los ríos se calentaron y los peces de agua fría disminuyeron.

Decisiones consecuentes

No hay garantía de podamos conocer de antemano los resultados potenciales o sus consecuencias. Por ejemplo, imagina una persona que quiere comprar su primera casa. Esta compra será una de las decisiones más importantes que tomará en su vida. Es una inversión financiera significativa y afectará a muchas cosas que valora, como la seguridad física, la comodidad y las relaciones con otros familiares, amigos y vecinos. Hay que considerar muchas opciones.

En un extremo del espectro tenemos una casa sencilla en la ladera de una colina, construida hace 50 años con materiales resistentes. Su ubicación la hace menos vulnerable a las temperaturas más altas y las lluvias más intensas causadas por un clima más cálido. Un comprador puede anticipar una distribución estrecha y estable de resultados para su estructura física.

En el otro extremo hay una casa nueva y más grande, construida con materiales económicos y situada cerca de un río. Su novedad puede resultar atractiva, pero también implica que no hay evidencias de cómo se vio afectada esta casa por el clima pasado. Por lo tanto, su distribución es desconocida. Sin embargo, las personas que viven cerca comparten sus experiencias, lo que informa las expectativas del comprador. Este aprende que las casas vecinas se inundaron no hace mucho tiempo. La probabilidad y la gravedad potencial de futuras inundaciones es motivo de preocupación, especialmente porque las temperaturas más cálidas hacen que las lluvias torrenciales sean cada vez más probables. La gama de resultados potenciales para esta casa incluye múltiples posibilidades que van desde inundaciones menores ocasionales hasta tener que abandonar la propiedad.

Tipos de riesgo

Los riesgos a los que se enfrenta este posible comprador de vivienda se dividen en diversos tipos que se aplican a casi todas las decisiones que tomamos. Los propietarios enfrentan al menos dos riesgos financieros: es posible que tengan que invertir mucho dinero para mantener y reparar la casa, y otras personas pueden encontrarla menos atractiva en el futuro, lo que hace que su valor de reventa potencial disminuya. Para la mayoría de los propietarios, la casa en la que viven es su mayor patrimonio. Los compradores de viviendas que buscan información para comprender mejor los posibles resultados están más preparados, y aquellos que practican un mantenimiento constante y concienzudo reducen la probabilidad de reparaciones costosas. Sin embargo, muchos riesgos escapan al control de cualquier individuo.

Cualquier casa enfrenta la posibilidad de un evento que la dañe severamente o incluso la destruya. Este tipo de riesgos catastróficos pueden ser causados por desastres como tormentas violentas e incendios. La sociedad aprendió a mitigar el riesgo catastrófico de baja probabilidad creando seguros. Un contrato de seguro no protegería al comprador de vivienda del riesgos físicos como heridas o incluso la muerte, ni evitaría que su casa sufriera daños materiales, pero sí lo compensaría por tener que reparar o reconstruir la casa en caso de una catástrofe, reduciendo así su riesgo financiero. Las compañías de seguros solo ofrecen productos para riesgos que anticipan que serán muy bajos; por lo general, menos del 1 % de probabilidad por año. A medida que las tormentas violentas o los incendios se vuelven más probables o impredecibles, el valor de mercado de la casa puede verse afectado, ya que vivir en la misma puede volverse más estresante, y las compañías de seguros podrían dejar de cubrir sus posibles riesgos catastróficos.

Si bien el comprador de vivienda podrá controlar algunos riesgos y asegurarse contra otros, cada hogar que esté considerando comparte sistemas físicos con una comunidad, como agua, alcantarillado, electricidad, transporte, servicios de emergencia y eliminación de desechos. También están conectados a los sistemas sociales, ya sean formales (gobiernos locales, regionales y nacionales), semiformales (vecindarios o grupos comunitarios) e informales (amigos, comunidades y economías locales, regionales, nacionales y globales). Es muy probable que estas redes afecten el bienestar del comprador de la vivienda, tal vez incluso en mayor medida que la casa misma. Pertenecer a la sociedad ofrece enormes beneficios y nos expone a todos a riesgos sistémicos.

El comprador de vivienda haría bien en investigar y considerar los supuestos, la preparación y el mantenimiento de los sistemas que sustentan cada vivienda: ¿Está en un área propensa a incendios o inundaciones? ¿El suministro de agua es limpio y confiable? ¿Las alcantarillas son adecuadas y están bien mantenidas? ¿La red eléctrica se encuentra en buenas condiciones? ¿Es probable que estos sistemas se vuelvan significativamente más costosos de mantener a medida que cambie el clima? ¿Los vecinos comparten información y se ayudan unos a otros? ¿El gobierno local tiene planes para hacer frente a los desastres, y los representantes y funcionarios buscan aportaciones de expertos y responden a los electores? ¿La economía local depende de factores concretos, como una industria en particular o un clima específico? El comprador de vivienda no puede controlar directamente estos riesgos, pero sí evaluarlos. Las personas pueden ayudar a reducir los riesgos sistémicos fortaleciendo los sistemas que las rodean.

Siempre hay algún nivel de riesgo existencial inherente en la vida. ¿Podrían las inundaciones, las sequías, los incendios o la mala suerte económica hacer que las personas se muden de la ciudad? ¿Podría colapsar el gobierno o el sistema financiero del país? ¿Hay posibilidad de conflicto? Tales desenlaces afectarían a todas las casas de la ciudad y probablemente provocarían el deterioro de los sistemas de los que dependen.

Es imposible anticipar los efectos completos de tales sucesos, ya que incluso aquellos patrones previamente estables suelen venirse abajo con una crisis. Ante el riesgo existencial, las personas tienden a dejar de hacer planes a largo plazo. Si el comprador de vivienda llega a la conclusión de que enfrenta un riesgo existencial significativo, ya sea local, regional, nacional o global, podría adoptar una postura diferente y, en lugar de comprar una casa, firmar un contrato de arrendamiento a corto plazo, mantener su dinero seguro y prepararse para mudarse.

Nuestro hogar compartido

La estabilidad climática, que los humanos han disfrutado durante casi 12 000 años, limitó nuestra incertidumbre a distribuciones estables conocidas. Sin embargo, en las últimas décadas, las personas hemos llevado tantos gases de efecto invernadero a la atmósfera y hemos alterado los sistemas naturales tan considerablemente que la estabilidad en la que se basa la civilización se ha roto. El clima está cambiando y corremos el riesgo de volverlo inestable.

Afortunadamente, la ciencia del clima es capaz de solventar los riesgos críticos y puede ayudarnos a cambiar nuestras expectativas. Podemos comenzar por incorporar la conciencia climática en nuestras decisiones. Las siguientes páginas explican cómo funcionan los sistemas de agua de la Tierra y cómo les afecta un clima más cálido. Los mapas de precipitación muestran cómo es probable que cambien las distribuciones locales. Verás que debemos preparar nuestros hogares, comunidades, ciudades, granjas, sistemas de alcantarillado y demás instalaciones para las tensiones que provocarán los patrones de precipitación variables.

Sin embargo, vivir bien en un clima cambiante requerirá más que buena ciencia. Incluso las decisiones pequeñas tienen más consecuencias en un clima frágil, y las grandes pueden resultar críticas. Llevar la conciencia del riesgo a nuestra toma de decisiones puede ayudar a limitar el sufrimiento e incrementar la probabilidad de obtener buenos resultados tanto para nosotros como para las generaciones futuras.

Decisiones consecuentes

No hay garantía de podamos conocer de antemano los resultados potenciales o sus consecuencias. Por ejemplo, imagina una persona que quiere comprar su primera casa. Esta compra será una de las decisiones más importantes que tomará en su vida. Es una inversión financiera significativa y afectará a muchas cosas que valora, como la seguridad física, la comodidad y las relaciones con otros familiares, amigos y vecinos. Hay que considerar muchas opciones.

En un extremo del espectro tenemos una casa sencilla en la ladera de una colina, construida hace 50 años con materiales resistentes. Su ubicación la hace menos vulnerable a las temperaturas más altas y las lluvias más intensas causadas por un clima más cálido. Un comprador puede anticipar una distribución estrecha y estable de resultados para su estructura física.

En el otro extremo hay una casa nueva y más grande, construida con materiales económicos y situada cerca de un río. Su novedad puede resultar atractiva, pero también implica que no hay evidencias de cómo se vio afectada esta casa por el clima pasado. Por lo tanto, su distribución es desconocida. Sin embargo, las personas que viven cerca comparten sus experiencias, lo que informa las expectativas del comprador. Este aprende que las casas vecinas se inundaron no hace mucho tiempo. La probabilidad y la gravedad potencial de futuras inundaciones es motivo de preocupación, especialmente porque las temperaturas más cálidas hacen que las lluvias torrenciales sean cada vez más probables. La gama de resultados potenciales para esta casa incluye múltiples posibilidades que van desde inundaciones menores ocasionales hasta tener que abandonar la propiedad.

Tipos de riesgo

Los riesgos a los que se enfrenta este posible comprador de vivienda se dividen en diversos tipos que se aplican a casi todas las decisiones que tomamos. Los propietarios enfrentan al menos dos riesgos financieros: es posible que tengan que invertir mucho dinero para mantener y reparar la casa, y otras personas pueden encontrarla menos atractiva en el futuro, lo que hace que su valor de reventa potencial disminuya. Para la mayoría de los propietarios, la casa en la que viven es su mayor patrimonio. Los compradores de viviendas que buscan información para comprender mejor los posibles resultados están más preparados, y aquellos que practican un mantenimiento constante y concienzudo reducen la probabilidad de reparaciones costosas. Sin embargo, muchos riesgos escapan al control de cualquier individuo.

Cualquier casa enfrenta la posibilidad de un evento que la dañe severamente o incluso la destruya. Este tipo de riesgos catastróficos pueden ser causados por desastres como tormentas violentas e incendios. La sociedad aprendió a mitigar el riesgo catastrófico de baja probabilidad creando seguros. Un contrato de seguro no protegería al comprador de vivienda del riesgos físicos como heridas o incluso la muerte, ni evitaría que su casa sufriera daños materiales, pero sí lo compensaría por tener que reparar o reconstruir la casa en caso de una catástrofe, reduciendo así su riesgo financiero. Las compañías de seguros solo ofrecen productos para riesgos que anticipan que serán muy bajos; por lo general, menos del 1 % de probabilidad por año. A medida que las tormentas violentas o los incendios se vuelven más probables o impredecibles, el valor de mercado de la casa puede verse afectado, ya que vivir en la misma puede volverse más estresante, y las compañías de seguros podrían dejar de cubrir sus posibles riesgos catastróficos.

Si bien el comprador de vivienda podrá controlar algunos riesgos y asegurarse contra otros, cada hogar que esté considerando comparte sistemas físicos con una comunidad, como agua, alcantarillado, electricidad, transporte, servicios de emergencia y eliminación de desechos. También están conectados a los sistemas sociales, ya sean formales (gobiernos locales, regionales y nacionales), semiformales (vecindarios o grupos comunitarios) e informales (amigos, comunidades y economías locales, regionales, nacionales y globales). Es muy probable que estas redes afecten el bienestar del comprador de la vivienda, tal vez incluso en mayor medida que la casa misma. Pertenecer a la sociedad ofrece enormes beneficios y nos expone a todos a riesgos sistémicos.

El comprador de vivienda haría bien en investigar y considerar los supuestos, la preparación y el mantenimiento de los sistemas que sustentan cada vivienda: ¿Está en un área propensa a incendios o inundaciones? ¿El suministro de agua es limpio y confiable? ¿Las alcantarillas son adecuadas y están bien mantenidas? ¿La red eléctrica se encuentra en buenas condiciones? ¿Es probable que estos sistemas se vuelvan significativamente más costosos de mantener a medida que cambie el clima? ¿Los vecinos comparten información y se ayudan unos a otros? ¿El gobierno local tiene planes para hacer frente a los desastres, y los representantes y funcionarios buscan aportaciones de expertos y responden a los electores? ¿La economía local depende de factores concretos, como una industria en particular o un clima específico? El comprador de vivienda no puede controlar directamente estos riesgos, pero sí evaluarlos. Las personas pueden ayudar a reducir los riesgos sistémicos fortaleciendo los sistemas que las rodean.

Siempre hay algún nivel de riesgo existencial inherente en la vida. ¿Podrían las inundaciones, las sequías, los incendios o la mala suerte económica hacer que las personas se muden de la ciudad? ¿Podría colapsar el gobierno o el sistema financiero del país? ¿Hay posibilidad de conflicto? Tales desenlaces afectarían a todas las casas de la ciudad y probablemente provocarían el deterioro de los sistemas de los que dependen.

Es imposible anticipar los efectos completos de tales sucesos, ya que incluso aquellos patrones previamente estables suelen venirse abajo con una crisis. Ante el riesgo existencial, las personas tienden a dejar de hacer planes a largo plazo. Si el comprador de vivienda llega a la conclusión de que enfrenta un riesgo existencial significativo, ya sea local, regional, nacional o global, podría adoptar una postura diferente y, en lugar de comprar una casa, firmar un contrato de arrendamiento a corto plazo, mantener su dinero seguro y prepararse para mudarse.

Nuestro hogar compartido

La estabilidad climática, que los humanos han disfrutado durante casi 12 000 años, limitó nuestra incertidumbre a distribuciones estables conocidas. Sin embargo, en las últimas décadas, las personas hemos llevado tantos gases de efecto invernadero a la atmósfera y hemos alterado los sistemas naturales tan considerablemente que la estabilidad en la que se basa la civilización se ha roto. El clima está cambiando y corremos el riesgo de volverlo inestable.

Afortunadamente, la ciencia del clima es capaz de solventar los riesgos críticos y puede ayudarnos a cambiar nuestras expectativas. Podemos comenzar por incorporar la conciencia climática en nuestras decisiones. Las siguientes páginas explican cómo funcionan los sistemas de agua de la Tierra y cómo les afecta un clima más cálido. Los mapas de precipitación muestran cómo es probable que cambien las distribuciones locales. Verás que debemos preparar nuestros hogares, comunidades, ciudades, granjas, sistemas de alcantarillado y demás instalaciones para las tensiones que provocarán los patrones de precipitación variables.

Sin embargo, vivir bien en un clima cambiante requerirá más que buena ciencia. Incluso las decisiones pequeñas tienen más consecuencias en un clima frágil, y las grandes pueden resultar críticas. Llevar la conciencia del riesgo a nuestra toma de decisiones puede ayudar a limitar el sufrimiento e incrementar la probabilidad de obtener buenos resultados tanto para nosotros como para las generaciones futuras.