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Volumen 2: Agua Extremos

El calor conduce a un clima más extremo y volátil.

Narración de
  • Devika Bakshi

La palabra volátil caracteriza algo que es probable que cambie de manera muy repentina o extrema. En el lenguaje cotidiano, puede describir los vertiginosos cambios de los mercados financieros o a una persona cuyo comportamiento puede ser impredecible. En química, se refiere a la facilidad con que se vaporiza una sustancia. Según cualquiera de estas definiciones, el agua puede ser bastante volátil ya que es capaz de vaporizarse, cristalizarse, condensarse, acumularse, elevarse o viajar rápidamente. Puede moverse con una fuerza y velocidad abrumadoras en forma de tormentas, inundaciones y ciclones, arrasándolo todo a su paso.

A bajas temperaturas, las moléculas de H2O se juntan para crear cristales de hielo o nieve mientras que, a altas temperaturas, vuelan libres forma de vapor. En el medio, se mueven en un flujo de líquido constantemente espaciado.

Al principio de la historia de la humanidad, nuestros antepasados solo podían explicar eventos extremos, como inundaciones y tormentas, como actos de Dios, ya que no había forma de saber cuándo o con qué frecuencia ocurrirían, y cuál podría ser su magnitud. Hoy tenemos una comprensión mucho mayor sobre las causas de este tipo de eventos extremos y disponemos de formas de pronosticarlos y rastrearlos. ¿Cómo podría afectar a esos patrones un mundo que se calienta?

Redefiniendo los extremos

El agua tiene un colaborador cercano: el calor. El calor es un catalizador que produce que el agua cambie de forma y se mueva, se derrita y se evapore, y cree humedad. El exceso de energía de una atmósfera más cálida alimenta todos aquellos impactos del cambio climático relacionados con el agua, desde tormentas hasta inundaciones, pasando por el aumento global del nivel del mar.

En un clima estable, los eventos extremos se producen dentro de límites conocidos. La estabilidad climática nos permitió definir mediciones improbables, como tormentas de «una en 100 años», y elaborar de manera confiable nuestras regulaciones, infraestructuras y mercados de seguros tomándolas como base.Sin embargo, el calentamiento atmosférico puede hacer que nuestras anteriores mediciones y expectativas no sean veraces. ¿Estamos preparados para un clima cada vez más volátil? ¿Qué pasará con nuestros hogares, el suministro de alimentos y la infraestructura si lo que conocemos como promedio y extremo cambia continuamente?

Inundaciones

Las inundaciones siempre han formado parte de la historia de la humanidad. Las inundaciones se originan a partir de fenómenos naturales como marejadas ciclónicas, diluvios de precipitaciones y crecidas de ríos. El entorno que hemos construido, a menudo pensando en protegernos del agua, puede incrementar los riesgos de inundación. Hay superficies impermeables, como el hormigón, que evitan que el suelo absorba agua, y los diques y las presas pueden desbordarse y romperse.

A medida que el mundo se vuelve más poblado y nuestras ciudades se llenan, las inundaciones se convierten en un riesgo aún mayor. Las inundaciones pueden desplazar a un gran número de personas, hacer que una zona quede inhabitable y afectar a economías enteras, y puesto que pueden ocurrir en casi cualquier lugar, las inundaciones han perjudicado a más personas que cualquier otro peligro ambiental. La forma en que gestionamos los riesgos de inundación en un clima cambiante puede suponer la diferencia entre el hambre y la prosperidad, entre la vida y la muerte.

Tormentas

En comparación con las lluvias, las tormentas son raras y su violencia las hace difíciles de medir. Como resultado, tenemos menos información sobre ellas, lo que complica enormemente la posibilidad de predecirlas. A esta dificultad se suma un clima cambiante.

Los ciclones tropicales son causados por aire cálido y húmedo que sube de la superficie del océano y se encuentra con corrientes más frías en la atmósfera. El movimiento cíclico resultante hace que la tormenta extraiga aún más humedad y energía de la superficie del océano.

Aun así, hay cosas que sí podemos anticipar con confianza. Sabemos que un océano más cálido y una atmósfera más húmeda crean condiciones cada vez más ideales para tormentas implacables. La evidencia científica ha demostrado que el cambio climático ya está provocando que los ciclones tropicales se intensifiquen más rápidamente, lo que deja muy poco tiempo para prepararse para una emergencia.En aquellas comunidades donde los recursos de preparación para desastres son escasos, los efectos de las tormentas más poderosas y difíciles de pronosticar pueden ser especialmente devastadores.

Acabar con un sistema en el que confiamos

El agua es un sistema global. La lluvia, las marejadas ciclónicas, los ríos, los océanos y la atmósfera están todos conectados. Los impactos de un clima cálido van más allá de los eventos de precipitaciones extremas, y ahora estamos viendo más evidencias de cómo afecta al equilibrio del océano. A medida que Groenlandia se calienta, sus glaciares se derriten, agregando agua dulce al océano salado. Entendemos que la presencia de más agua en los océanos provoca un aumento del nivel del mar, pero el efecto que tiene sobre las corrientes oceánicas es más complejo.

En el Atlántico Norte, la capa de hielo que se está derritiendo en Groenlandia ya está vertiendo cantidades masivas de agua dulce fría en un punto clave de la circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés): el patrón oceánico que ayuda a regular el clima templado en Europa y la costa este de América del Norte, así como algunos ciclos monzónicos en otras partes del mundo.

La AMOC juega un papel crucial en el sistema climático global porque conduce calor desde los trópicos a latitudes más septentrionales, como América del Norte y Europa, como si de una cinta transportadora se tratase. Sin ella, gran parte de Europa sería significativamente más fría y las áreas agrícolas próximas serían mucho menos adecuadas para la producción de alimentos.

Los científicos han apodado la anomalía de la temperatura de la superficie del océano frío cerca de la capa de hielo que se derrite en Groenlandia como la «mancha fría». Esta imagen de la NASA muestra las temperaturas globales medias de 2015 en comparación con una referencia histórica de 1951 a 1980. Si bien la mayor parte del mundo se ha vuelto más cálida, este lugar se ha enfriado durante el mismo período de tiempo. Los científicos creen que esta agua dulce fría podría estar comenzando a afectar la fuerza de la AMOC.

A medida que continúa el derretimiento, la cantidad de agua dulce en el Atlántico Norte puede alcanzar un punto de inflexión aún desconocido. En ese punto, el sistema corre el riesgo de colapsar por completo, potencialmente de manera irreversible, en cuestión de décadas.

Las consecuencias de una AMOC colapsada serían generalizadas y desequilibrantes. El hemisferio norte sería más frío, especialmente en lugares del Atlántico Norte. Algunos ciclos de monzones cambiarían drásticamente. Europa presentaría un clima invernal errático y menos tierra cultivable. El incremento del nivel del mar podría acelerarse en algunas áreas, lo que dispararía el riesgo de inundaciones. Los impactos en nuestro suministro de alimentos, nuestras economías y nuestra salud son mucho más difíciles de predecir, pero podemos afirmar con certeza que tal cambio sistémico en el clima no tendría precedentes para nuestra civilización.

Los científicos ya han observado una desaceleración en la AMOC. Si no actuamos para reducir las emisiones drásticamente ahora, es posible que pronto superemos un umbral que desencadenaría una cascada repercusiones insalvables.

Creando resiliencia para un mundo volátil

Nuestras sociedades están sintonizadas hasta el más mínimo detalle con los patrones y la previsibilidad del agua en un clima estable. ¿Qué podemos hacer frente a una atmósfera que libera agua de formas cada vez más erráticas y volátiles?

Afortunadamente, entendemos los fundamentos del cambio climático y disponemos de herramientas para construir comunidades más resilientes. Los modelos climáticos nos muestran que podemos esperar más incertidumbre en un clima cambiante. Algunos años serán inusualmente húmedos y otros excepcionalmente secos; las grandes tormentas que otrora fueron raras ocurrirán con más frecuencia y no sabremos cuándo se producirán exactamente. Necesitamos preparar nuestra infraestructura, nuestras finanzas y nuestras expectativas para una gama más amplia de resultados. Hoy está a nuestro alcance construir resiliencia para el futuro, prepararnos para los eventos que son probables y prevenir aquellos con impactos irreversibles.